Un carnaval diferente al de otros años, ya que en vez de disfrazarnos de nuestra princesa favorita, o del superhéroe más fuerte, nos hemos disfrazado según el proyecto que estamos trabajando: los Incas.
Además ha sido un disfraz hecho por nosotros, con materiales de clase, pero sobretodo hecho con muchas ganas.ganas!
Por cierto, ¿sabéis qué? GANAMOS EL CONCURSO DE DISFRACES!!! Nos van a invitar a ver una peli en el aula magna, con palomitas y todo.
Aquí os dejamos unas fotitos para que reguapos íbamos.
Hoy nos hemos encontrado a la nueva letra en el extintor del pasillo, y es que esta letra es el bombero F.
Con él hemos aprendido lo importante que es no jugar con el fuego, ahora veréis que les pasó a los príncipes:
Una vez hubo un gran incendio en el País de las Letras. Se quemaron muchos árboles y algunas casas. Supuso un esfuerzo enorme apagarlo, porque había que sacar el agua del pozo o del río y llevarla en cubos hasta el lugar del incendio.
Todos acudieron a apagar el fuego, pero, aunque trabajaban muy deprisa, no lo habrían conseguido si no llega a ser porque empezó una gran tormenta con un fuerte chaparrón. ¡Qué susto!… Por un momento, pensaron que sus casas iban a arder y que se quedarían en la calle. ¡Qué gritos de alegría cuando empezó a llover!… Los niños, para que siguiese lloviendo, cantaban muy fuerte esa canción que nosotros también sabemos: «¡Que llueva, que llueva!…».
Los reyes se quedaron muy preocupados pensando en lo que podría pasar si se producía otro incendio y la lluvia no llegaba. Se quedarían sin nada. Así que comenzaron a pensar en posibles soluciones.
Los reyes llamaron a la periodista K (ya os contaré su historia) y le dijeron: —Queremos que visites varios países y hagas un reportaje explicando qué hacen sus habitantes cuando tienen un incendio. En cuanto lo averigües, vuelve rápidamente a contárnoslo.
Así lo hizo y, al cabo de algún tiempo, regresó con varias ideas. Cuando se las fue contando a los reyes, estos se pusieron muy contentos porque vieron que eran realmente buenas. Esto es lo que contó la periodista K a los reyes: «Kkkk, kkkk, kkkk, kkkk». Cualquiera la entiende, ¿verdad?… Os lo voy a explicar con las palabras que usamos normalmente.
—Señores —dijo la K—, hay un país donde no dejan encender fuego en el bosque. En otro no dejan fumar, porque la gente, al tirar los cigarrillos encendidos, puede provocar un incendio. En otro prohíben tirar cristales rotos en el campo, porque el sol los calienta mucho y su reflejo puede hacer que las cosas cercanas prendan como si fueran cerillas. En otro obligan a recoger las basuras porque también se incendian con facilidad. Y hay uno, que es el que más me ha gustado, que tiene unos hombres muy preparados para apagar los incendios. Abren un grifo, enchufan una manguera larga larga larga, y por allí llega el agua hasta el lugar del incendio. Además, tienen unas escaleras altísimas para salvar a la gente que se ha quedado dentro de alguna casa incendiada.
¡Qué contentos se pusieron los reyes!
—Nosotros vamos a tomar todas esas medidas de precaución —dijo el rey U.
Entonces, los reyes mandaron una carta a todos sus súbditos diciendo: «Para evitar incendios, de ahora en adelante no se permite: 1. Hacer fuego en el bosque. 2.Hacer fuego en casa en otro lugar que no sea la chimenea; si hace frío, es preferible usar una estufa. 3.Tirar cristales en el campo. 4.Tirar basuras. Habrá unos encargados que la recogerán todos los días por las casas. 5.Tirar papeles. 6.Jugar con el fuego. El que no las cumpla tendrá que pagar una multa por no saber cuidar su país».
Preguntaron quién quería ser bombero, y un señor muy alto, el más alto de todos, fue elegido jefe de los bomberos. Al ser tan alto podía llegar por arriba y por abajo al lugar donde estaba la gente en peligro. Este señor se llamaba F, a quien luego, como hacía su trabajo tan bien y apagaba todos los incendios, nombraron señor del fuego.
Decían que el fuego le obedecía y que, en cuanto lo veía, se marchaba corriendo o se apagaba, temeroso de la ducha fría que le enviaba el señor F, que era lo que más miedo le daba, porque empezaba a temblar y acababa muerto de frío. Cuando el fuego escucha que llega el señor F, haciendo: «Ffff, ffff, ffff, ffff», se va retirando: «Ffff, ffff, ffff, ffff».
El señor F es un buen amigo del señor J, el jardinero, pues gracias a él tiene dominado el fuego dentro de una estufa y, cuando hace frío, sus plantas y flores están calentitas y no se mueren ni enferman. Por eso, el señor F es la primera letra de las fffflores, porque le quieren mucho
. Un día, el príncipe E cogió una caja de cerillas y se escondió con la princesa I en la caseta del jardinero. El príncipe E quería encender las cerillas porque creía que era un juego muy divertido. Al hacerlo, se quemó y soltó la cerilla, que fue a caer encima de un cubo de papeles. Se prendieron los papeles y el príncipe E empezó a soplar, pero el fuego crecía cada vez más. Quiso apagarlo con una escoba, pero lo que consiguió fue tirar el cubo al suelo y que el fuego se extendiera más. Se fue prendiendo todo lo que allí había y, al poco tiempo, estaban rodeados de un gran fuego del que no podían salir.
Empezaron a gritar: «Iiii, iiii, eeee, eeee». Antes de oírlos, el jardinero J y el bombero F vieron el resplandor, corrieron a preparar las mangueras y, con ellas en las manos, se dirigieron al lugar del fuego. Echaron agua con rapidez, pero el fuego se había hecho muy grande y tardaba en apagarse. Cuando se dieron cuenta de que los príncipes estaban dentro de la caseta, el bombero F no se lo pensó: se mojó mucho y le dijo al señor J que le siguiese echando agua.
A continuación, cogió una manta también mojada y saltó dentro del fuego. Primero rescató a la princesa I, a la que encontró desmayada. De la misma manera consiguió sacar de entre las llamas al príncipe E, que estaba muy asustado.
La gente había acudido al jardín y, al ver cómo ardía la caseta del jardinero, ayudaron y pronto consiguieron apagar el fuego. Los reyes corrieron a abrazar a sus hijos y no les dijeron nada; estaban asustadísimos.
Cuando se calmaron, los príncipes explicaron lo que había sucedido y prometieron no volver a tocar las cerillas ni acercarse a la zona de la cocina donde se guisa, porque si, por un descuido, se empuja una sartén, se prende fuego.
Y si los bomberos no están cerca, se puede correr un gran peligro. Acordaos de esta aventura y tened cuidado para no causar un incendio. Veamos al señor F junto a la Familia Real: «Fa, fe, fi, fo, fu
Hoy hemos tenido que hacer una pequeña parada obligatoria en nuestras tareas, porque queríamos disfrutar un poco de la nieve de hoy, así que hemos recogido todo, nos hemos abrigado bien y hemos subido a la parte más alta del cole para jugar con la nieve.
Hemos aprovechado para tirar unas cuantas bolas de nieve a las profes y a nuestros amiguitos jejejejeje.
Hoy nos ha venido a visitar el personaje más fuerte del País de las letras, el Forzudo R, que como podéis ver es igualito que el payaso R, y es que son hermanos.
¿Os acordáis qué debía hacer el payaso R para poder acompañar a la Familia Real? ¿Me lo contáis?… Tenía que gritar fuerte, haciendo ruido de moto, si era el primero que hablaba, pero debía hablar suave si estaba entre dos personas de la Familia Real: los reyes, las dos princesas y el príncipe.
El payaso R quería gritar algunas veces con fuerza y por eso se fue a buscar a su hermano para que lo ayudase. Su hermano no era tan ruidoso y no quería ir con él, pero el payaso se puso tan triste y le dijo tantas cosas: que no quería conocer a sus amigos, que no quería ayudarle… que al final tuvo que decir:
—Vamos a probar, pero, si sale mal, no quiero saber nada.
—Eres un gran hermano, verás qué bien lo pasamos…
Al ir de paseo, primero se colocaron entre la reina A y la princesa O. Antes se oía aro, pero ahora, al colocarse también su hermano y hablar los dos juntos, dijeron arro; de esta forma, pero se convirtió en perro; y caro en carro. «¡Qué raro!», pensó el señor Estudioso cuando se puso a escribir las palabras; algunas le sonaban mal: oro era orro, por ejemplo.
—¿Ves qué lío hemos armado? —dijo el hermano atleta.
—No os preocupéis —los tranquilizó el señor Estudioso—, porque he resuelto el problema que, desde que los reyes habían ordenado no hacer ruido, creía imposible de solucionar…
Ya puedo escribir perro, carro, porra y arroz, aunque hay otras palabras que suenan mal… Voy a ver cómo lo arreglo.
Para que todo fuera bien, el señor Estudioso habló con los dos hermanos y les convenció de que algunas veces pasearan los dos juntos con los reyes y los príncipes, y otras, el payaso R solo. Así lo hicieron…
Cuando los veamos juntos, haremos ruido fuerte, pero, cuando el payaso R esté solo entre los miembros de la Familia Real, lo haremos suave. De este modo los reyes no se enfadarán con nosotros. ¿De acuerdo?
Hoy ha venido a visitarnos la letra más divertida de todo el País de las letras, el Payaso R.
A parte de hacer reír a todo el mundo, tuvo un papel muy importante, aquí podéis ver qué pasó:
Vamos a conocer a un personaje del circo que llegó al País de las Letras. Es un personaje alegre, divertido, con un gorro puntiagudo y una gran nariz redonda y unos enormes zapatos. ¿Adivináis quién es?… ¡Es el payaso!
Este es el payaso R , con su gorro lleno de estrellas. Es lo que más le gusta de su traje y no se lo quita ni cuando descansa.
El payaso R, además de simpático, es muy ruidoso y disfruta imitando las motos de carrera cuando van a toda potencia: «Rrrr, rrrr, rrrr, rrrrr». Si le parece que suenan poco, a veces también pone en marcha unos cuantos coches de juguete y todos juntos producen un enorme estruendo: «Rrrr, rrrr, rrrr, rrrr».
El rey de los gigantes, el mago Catapún, siempre está tramando fechorías. Un día envió a sus gigantes con sacos llenos de rrrratas al País de las Letras para que las soltasen por la noche. Así lo hicieron, y, cuando nuestros amigos se levantaron, las encontraron por todas partes: en la cocina, en el colegio, en la pastelería, encima de las camas y… ¡hasta en los zapatos había ratas! ¡No sabían qué hacer!
Los reyes empezaron a reflexionar, como siempre que tenían un problema, y decidieron pedir ayuda a todos los habitantes del país. Las letras se reunieron en asamblea y cada una fue aportando sus ideas para acabar con aquella invasión. Entre todas destacó la idea del payaso R, que quería acabar con todas las ratas del circo. Estas ponían nerviosos a los elefantes, furiosos a los leones y hacían que los perros ladrasen sin cesar. El payaso R se acordó del cuento El flautista de Hamelín y quiso hacer lo mismo, pero, como no tenía una flauta mágica, decidió emplear queso para acabar con las ratas. Tal como lo pensó, lo hizo. Cogió un cesto lleno de queso y lo repartió por el suelo del circo, de manera que las ratas, atraídas por el olor, acudieron rápidamente a comérselo…
Más tarde, fue echando trozos de queso por la calle. Las ratas le seguían. Y se unían cada vez más y más; El payaso R acudían de todas partes hasta quedarse las casas vacías. Siempre detrás del payaso R.
Una vez en el río, el payaso R echó queso al agua… Las ratas, que solo miraban el queso, no vieron el agua y, ¡zas!, se zambulleron en ella una tras otra: una, dos, tres…y las arrastró la corriente camino del mar…
La gente del País de las Letras gritaba: «¡Viva el payaso R!», y lo llevaron a hombros hasta el palacio real. Los reyes estaban felices y le dijeron: «Pídenos lo que quieras. Te mereces un premio».
El payaso R contestó: —Señores, dadme una casita con jardín y mi hermano y yo nos quedaremos a vivir en vuestro país.
—Ahora mismo —dijeron los reyes.
Le preguntaron también qué trabajo quería hacer y él respondió que le gustaría ser el encargado del garaje de palacio, porque le encantaba el ruido de los coches.
—De acuerdo —dijo el rey—, y lo nombró encargado general de todos los garajes del reino y, además, jefe de protección contra las ratas.
¡Qué contento estaba nuestro amigo! ¡Cómo se iba a divertir! Un día, el rey U fue a visitarle para saber si estaba contento. ¡Qué susto se dio al oír aquel ruido insoportable! No se entendían ni aun hablando a gritos.
El payaso R le preguntó si algún día podía ir a palacio, de este modo el señor Estudioso podría dibujar su cuerpo. El rey U le contestó que podía ir a visitarles y que se marchaba porque en ese garaje había mucho ruido. Pasados unos días, el payaso R fue a palacio a visitar a la Familia Real y le preguntó al rey U si podía acompañarle a él y a su familia.
—De acuerdo, vendrás con nosotros de paseo, pero, cuando estés entre dos personas de mi familia, no podrás gritar.
—Pero ¿nunca podré gritar «rrrr»? —preguntó R.
—Bueno, cuando hables el primero y no vayas entre dos personas de mi familia.
—Bien, bien, procuraré acordarme —dijo R.
—Espero que así sea —contestó el rey U.
Vamos a ver en la pizarra lo que los reyes querían que hiciese el payaso R. Así, al ver cómo aprendéis vosotros, a lo mejor lo termina de aprender él. Ponemos rosa, rabo, risa… y le dejamos gritar fuerte porque va el primero… Ponemos aro, pera, oro, caro y suena suave porque va entre dos personas de la Familia Real. Si se equivoca y en lugar de oro grita orro, la Familia Real se enfada con él.
El payaso R no quería disgustar al rey y pensó que sería más fácil si llamaba a su hermano, el atleta, que era muy forzudo porque hacia mucha gimnasia. Los dos hermanos hablaban igual, pero al hacerlo los dos a la vez, aunque hablaran bajito, hacían ruido suficiente, de este modo el rey no podría regañarles. Entonces, el payaso R fue a buscar a su hermano para contarle el nuevo plan y le convenció para que le acompañara en el próximo paseo con la Familia Real. ¿Qué pasará?…
Hoy hemos ido al centro cultural San juan Bautista, a un concierto pedagógico «Mamá, ¡Quiero ser artista!».
Hemos podido escuchar música en directo de otras épocas y a la vez hemos conocido algunas obras de pintores muy importantes, algunos niños han ido saliendo a pintar dichos cuadros mientras sonaba la música.
Estos han sido los cuadros junto con las canciones que hemos escuchado:
Por la tarde hemos querido pintar alguno de esos cuadros, y nos han quedado bien bonitos!
Ya tenemos la letra que nos faltaba para poder decir «ce» y «ci» y es la enfermera.
Hemos tenido que bajar a la enfermería a buscarla, ya que estaba allí cogiendo tiritas que no tenía.
Aquí os dejamos el cuento:
Cuando la señorita Z se enfadó con el príncipe E y la princesa I, no había nadie que quisiera ocuparse de ellos. Al principio se quedaban solos con la cara triste, mientras los reyes y la princesa O se marchaban con la señorita Z… Pero, según pasaban los días, los reyes empezaron a echar de menos la alegría de sus hijos y la princesa O comenzó a aburrirse sin sus hermanos.
El rey U se encerró en su despacho y, apoyando los codos sobre la mesa, se dedicó a pensar y pensar. La reina A tan estaba preocupada al ver que no se les ocurría una solución para el problema. Todas las letras del país acabaron reflexionando igual que los reyes y la princesa O. La señorita C, que había nacido en una ciudad al otro lado del mar, fue al País de las Letras a estudiar para ser enfermera, y le gustó tanto que se quedó a trabajar en él.
Un día, cuando salió del hospital, se sorprendió mucho al ver la cara de preocupación que tenían todos. Las letras hablaban en grupos: «Mmmm», decía la señora M de la montaña; «Pppp», contestaba su marido, el señor P. «¿Qué pasará?», pensó la enfermera, y se acercó a preguntarles.
Cuando se enteró de la tristeza de los príncipes, se preocupó y comenzó a pensar en qué podía hacer para ayudarles. «Tengo bastante trabajo y salgo cansada, pero algunos días tengo la tarde libre. Además, me encanta estar con los niños, sé varios idiomas y estoy dispuesta a hacer el trabajo de la señorita Z… Iré a hablar con los reyes». Y se dirigió al palacio.
—Majestad, yo puedo hablar de varias formas y además me gusta cuidar de los niños. Si queréis, puedo acompañarles en mis ratos libres.
—Te lo agradezco mucho —dijo el rey—, pero he de decirte que mis hijos disfrutan mucho haciendo travesuras, aunque la verdad es que no son malos. Tendrás que vigilar que no les pase nada ni causen problemas, que no hagan enfadar a nadie ni estropeen los jardines.
—No os preocupéis —contestó la enfermera C—; mi especialidad son los niños traviesos. Veréis que pronto seremos amigos.
—De acuerdo, de acuerdo —se apresuró a decir el rey U, y se fue muy contento a contárselo a su familia.
El príncipe E y la princesa I saltaron de alegría cuando se enteraron. Sin embargo, la primera vez que la enfermera C fue a buscarlos se llevaron un gran susto. Como iba vestida de enfermera, creyeron que venía a ponerles una inyección y se escondieron debajo de la cama. La enfermera C les explicó por qué estaba allí. Les dijo también que llevaba el uniforme porque, si no, se le haría tarde y no les daría tiempo a ir al campo a buscar ccccerezas, que estaban rojas y apetitosas. Por fin, salieron los dos niños de debajo de la cama y, con un poco de miedo, le dieron la mano a la señorita C.
Ya en el campo, uno corría y el otro seguía de la mano de la señorita C para evitar problemas; luego se cambiaban. Al final demostraron que podían jugar tranquilos.
Al regresar a casa, llevaban un gran cesto lleno de ccccerezas para sus papás. A la enfermera le dieron las gracias y un gran abrazo. Se habían divertido muchísimo. Ella les dijo que estaba muy pero que muy contenta con el paseo que habían dado, y que otro día los llevaría (con el permiso de sus papás) a ccccenar y luego al ccccine.
Todavía os tengo que contar más cosas de la enfermera C. Ahora debéis tener cuidado para no confundir a la señorita Z, que solo acompaña a la O, la U y la A, con la C, que sale con la E y la I
Los niños de 5 años hemos empezado con el nuevo proyecto de este trimestre: Los Incas.
El pasado viernes tuvimos tarde de cine, con palomitas incluidas, y pudimos ver la película de Tadeo Jones 2, en la que el protagonista viaja a la ciudad de Machu Pichu, y pudimos conocer cosas sobres los Incas.
Todos los viernes realizaremos actividades sobre el proyecto, os iremos enseñando por aquí lo que vamos aprendiendo.
¡Qué sorpresa más grande nos hemos llevado hoy! El Señor Estudioso ha venido a visitarnos, y no venía sólo, la pricesita I ve nía con él.
Aquí os dejamos el cuento para que la conozcáis un poquito más.
Esta es la princesa I ¿Sabéis qué son esos puntitos?… Lágrimas. Sí, sí, lágrimas. ¿Y esos charcos que hacen sus lágrimas. ¡Qué barbaridad!… ¡Cuánto debe llorar!, ¿verdad?… Hasta las hormigas se esconden cuando llega llega para no morir ahogadas. Un poco exagerado, ¿no?
La princesa I es la persona más delgada de toda la Familia Real. Nació tan delgada que toda la ropa que habían preparado sus padres le quedaba grande. Los médicos tuvieron que cuidarla mucho, porque algunos alimentos le sentaban mal y la pobre siempre lloraba «iii…iii…iii…iii…». Casi nunca terminaba los biberones que le preparaban sus papás, y siguió tan delgada que se le quedó la voz muy fina: «iii…iii…»
Al hacerse mayor, seguía comiendo poco. No le gustaba la verdura, ni el pescado, ni los garbanzos, ni el arroz, ni el queso. Así creció delgadísima y de tan mal humor que por todo lloraba. Su sus papás le hablaban, creía que la estaban regañando y se escondía para llorar: «iii…iii…iii…»; cuando sus hermanos, el príncipe E y la princesa O, cogían sus juguetes, lloraba muy fuerte: «iii…iii…iii…» Pero era muy activa y tan ágil que nunca se estaba quieta. Por eso acababa cansada de correr de aquí para allá; entonces se quejaba en voz baja: «iii…iii…iii…»
A veces, cuando se ponía nerviosa, chillaba igual que un ratón «iii…iii…iii…». Tanto chillaba y tan fuerte que los ratoncitos salían de sus agujeros pensando que había llegado de visita algún pariente ratón de otra ciudad. Al ver a la princesa, se acerccaban a ella, pues les daba los trocitos de queso que no se había comido. Cuando su mamá le preparaba el bocadillo de la merienda, la princesa llamba con su «iii…iii…» a los ratones amigos para darles miguitas de pan.
A la princesa lo que menos le gustaba era la hora del baño. Todos los días su mamá tenía que buscarla por el jardín. Cuando la encontraba, ella protestaba con su fina voz: «iii…iii…iii…».
Normalmente, la princesa juega con su iguana o con su hermano el príncipe. Juntos traman numerosas aventuras: desde pintarse la cara comos si fueran miembros de una tribu india, hasta llenar todo el palacio de harina jugando a ser esquiadores. En las ocasiones en que sus padres, los reyes, tienen mucho trabajo, salen de paseo con su cuidadora, a la que, a veces, no hacen mucho caso…
¡Los dos hermanos traen a todo el mundo de cabeza!