El bombero F

Hoy nos hemos encontrado a la nueva letra en el extintor del pasillo, y es que esta letra es el bombero F.

Con él hemos aprendido lo importante que es no jugar con el fuego, ahora veréis que les pasó a los príncipes:

Una vez hubo un gran incendio en el País de las Letras. Se quemaron muchos árboles y algunas casas. Supuso un esfuerzo enorme apagarlo, porque había que sacar el agua del pozo o del río y llevarla en cubos hasta el lugar del incendio.

Todos acudieron a apagar el fuego, pero, aunque trabajaban muy deprisa, no lo habrían conseguido si no llega a ser porque empezó una gran tormenta con un fuerte chaparrón. ¡Qué susto!… Por un momento, pensaron que sus casas iban a arder y que se quedarían en la calle. ¡Qué gritos de alegría cuando empezó a llover!… Los niños, para que siguiese lloviendo, cantaban muy fuerte esa canción que nosotros también sabemos: «¡Que llueva, que llueva!…». 

Los reyes se quedaron muy preocupados pensando en lo que podría pasar si se producía otro incendio y la lluvia no llegaba. Se quedarían sin nada. Así que comenzaron a pensar en posibles soluciones.

Los reyes llamaron a la periodista K (ya os contaré su historia) y le dijeron: —Queremos que visites varios países y hagas un reportaje explicando qué hacen sus habitantes cuando tienen un incendio. En cuanto lo averigües, vuelve rápidamente a contárnoslo.

Así lo hizo y, al cabo de algún tiempo, regresó con varias ideas. Cuando se las fue contando a los reyes, estos se pusieron muy contentos porque vieron que eran realmente buenas. Esto es lo que contó la periodista K a los reyes: «Kkkk, kkkk, kkkk, kkkk». Cualquiera la entiende, ¿verdad?… Os lo voy a explicar con las palabras que usamos normalmente.

—Señores —dijo la K—, hay un país donde no dejan encender fuego en el bosque. En otro no dejan fumar, porque la gente, al tirar los cigarrillos encendidos, puede provocar un incendio. En otro prohíben tirar cristales rotos en el campo, porque el sol los calienta mucho y su reflejo puede hacer que las cosas cercanas prendan como si fueran cerillas. En otro obligan a recoger las basuras porque también se incendian con facilidad. Y hay uno, que es el que más me ha gustado, que tiene unos hombres muy preparados para apagar los incendios. Abren un grifo, enchufan una manguera larga larga larga, y por allí llega el agua hasta el lugar del incendio. Además, tienen unas escaleras altísimas para salvar a la gente que se ha quedado dentro de alguna casa incendiada.

¡Qué contentos se pusieron los reyes!

—Nosotros vamos a tomar todas esas medidas de precaución —dijo el rey U.

Entonces, los reyes mandaron una carta a todos sus súbditos diciendo: «Para evitar incendios, de ahora en adelante no se permite: 1. Hacer fuego en el bosque. 2.Hacer fuego en casa en otro lugar que no sea la chimenea; si hace frío, es preferible usar una estufa. 3.Tirar cristales en el campo. 4.Tirar basuras. Habrá unos encargados que la recogerán todos los días por las casas. 5.Tirar papeles. 6.Jugar con el fuego. El que no las cumpla tendrá que pagar una multa por no saber cuidar su país».

Preguntaron quién quería ser bombero, y un señor muy alto, el más alto de todos, fue elegido jefe de los bomberos. Al ser tan alto podía llegar por arriba y por abajo al lugar donde estaba la gente en peligro. Este señor se llamaba F, a quien luego, como hacía su trabajo tan bien y apagaba todos los incendios, nombraron señor del fuego.

Decían que el fuego le obedecía y que, en cuanto lo veía, se marchaba corriendo o se apagaba, temeroso de la ducha fría que le enviaba el señor F, que era lo que más miedo le daba, porque empezaba a temblar y acababa muerto de frío. Cuando el fuego escucha que llega el señor F, haciendo: «Ffff, ffff, ffff, ffff», se va retirando: «Ffff, ffff, ffff, ffff».

El señor F es un buen amigo del señor J, el jardinero, pues gracias a él tiene dominado el fuego dentro de una estufa y, cuando hace frío, sus plantas y flores están calentitas y no se mueren ni enferman. Por eso, el señor F es la primera letra de las fffflores, porque le quieren mucho

. Un día, el príncipe E cogió una caja de cerillas y se escondió con la princesa I en la caseta del jardinero. El príncipe E quería encender las cerillas porque creía que era un juego muy divertido.  Al hacerlo, se quemó y soltó la cerilla, que fue a caer encima de un cubo de papeles. Se prendieron los papeles y el príncipe E empezó a soplar, pero el fuego crecía cada vez más. Quiso apagarlo con una escoba, pero lo que consiguió fue tirar el cubo al suelo y que el fuego se extendiera más. Se fue prendiendo todo lo que allí había y, al poco tiempo, estaban rodeados de un gran fuego del que no podían salir.

Empezaron a gritar: «Iiii, iiii, eeee, eeee». Antes de oírlos, el jardinero J y el bombero F vieron el resplandor, corrieron a preparar las mangueras y, con ellas en las manos, se dirigieron al lugar del fuego. Echaron agua con rapidez, pero el fuego se había hecho muy grande y tardaba en apagarse. Cuando se dieron cuenta de que los príncipes estaban dentro de la caseta, el bombero F no se lo pensó: se mojó mucho y le dijo al señor J que le siguiese echando agua.

A continuación, cogió una manta también mojada y saltó dentro del fuego. Primero rescató a la princesa I, a la que encontró desmayada. De la misma manera consiguió sacar de entre las llamas al príncipe E, que estaba muy asustado.

La gente había acudido al jardín y, al ver cómo ardía la caseta del jardinero, ayudaron y pronto consiguieron apagar el fuego. Los reyes corrieron a abrazar a sus hijos y no les dijeron nada; estaban asustadísimos.

Cuando se calmaron, los príncipes explicaron lo que había sucedido y prometieron no volver a tocar las cerillas ni acercarse a la zona de la cocina donde se guisa, porque si, por un descuido, se empuja una sartén, se prende fuego.

Y si los bomberos no están cerca, se puede correr un gran peligro. Acordaos de esta aventura y tened cuidado para no causar un incendio. Veamos al señor F junto a la Familia Real: «Fa, fe, fi, fo, fu

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