¡Qué sorpresa más grande nos hemos llevado hoy! El Señor Estudioso ha venido a visitarnos, y no venía sólo, la pricesita I ve nía con él.
Aquí os dejamos el cuento para que la conozcáis un poquito más.
Esta es la princesa I ¿Sabéis qué son esos puntitos?… Lágrimas. Sí, sí, lágrimas. ¿Y esos charcos que hacen sus lágrimas. ¡Qué barbaridad!… ¡Cuánto debe llorar!, ¿verdad?… Hasta las hormigas se esconden cuando llega llega para no morir ahogadas. Un poco exagerado, ¿no?
La princesa I es la persona más delgada de toda la Familia Real. Nació tan delgada que toda la ropa que habían preparado sus padres le quedaba grande. Los médicos tuvieron que cuidarla mucho, porque algunos alimentos le sentaban mal y la pobre siempre lloraba «iii…iii…iii…iii…». Casi nunca terminaba los biberones que le preparaban sus papás, y siguió tan delgada que se le quedó la voz muy fina: «iii…iii…»
Al hacerse mayor, seguía comiendo poco. No le gustaba la verdura, ni el pescado, ni los garbanzos, ni el arroz, ni el queso. Así creció delgadísima y de tan mal humor que por todo lloraba. Su sus papás le hablaban, creía que la estaban regañando y se escondía para llorar: «iii…iii…iii…»; cuando sus hermanos, el príncipe E y la princesa O, cogían sus juguetes, lloraba muy fuerte: «iii…iii…iii…» Pero era muy activa y tan ágil que nunca se estaba quieta. Por eso acababa cansada de correr de aquí para allá; entonces se quejaba en voz baja: «iii…iii…iii…»
A veces, cuando se ponía nerviosa, chillaba igual que un ratón «iii…iii…iii…». Tanto chillaba y tan fuerte que los ratoncitos salían de sus agujeros pensando que había llegado de visita algún pariente ratón de otra ciudad. Al ver a la princesa, se acerccaban a ella, pues les daba los trocitos de queso que no se había comido. Cuando su mamá le preparaba el bocadillo de la merienda, la princesa llamba con su «iii…iii…» a los ratones amigos para darles miguitas de pan.
A la princesa lo que menos le gustaba era la hora del baño. Todos los días su mamá tenía que buscarla por el jardín. Cuando la encontraba, ella protestaba con su fina voz: «iii…iii…iii…».
Normalmente, la princesa juega con su iguana o con su hermano el príncipe. Juntos traman numerosas aventuras: desde pintarse la cara comos si fueran miembros de una tribu india, hasta llenar todo el palacio de harina jugando a ser esquiadores. En las ocasiones en que sus padres, los reyes, tienen mucho trabajo, salen de paseo con su cuidadora, a la que, a veces, no hacen mucho caso…
¡Los dos hermanos traen a todo el mundo de cabeza!