¡Ya está aquí el Panadero! Es la primera consonante que conocemos y estamos muy emocionados. Ya sabemos cómo habla, cómo se escribe y cómo suena cuando se junta con la familia real.
Os dejamos unas imágenes de lo bien que trabajamos y la canción para que os la aprendáis igual de bien que nosotros.
Esta semana hemos tenido una gran sorpresa. ¡El miércoles vino a visitarnos el Señor Estudioso!. En su visita nos dejó una foto suya, otra del Rey U y una carta en la que nos felicitaba por lo bien que estábamos trabajando y nos animaba a seguir con el mismo optimismo y entusiasmo que hasta ahora.
En clase hemos trabajado cómo es su traje normal, el traje de fiesta, algunas palabras que tienen el rey U y hemos aprendido su canción.
Hoy vamos a conocer a una señorita elegante y graciosa. Le gusta que los niños hagan las cosas a su tiempo, jugar a la hora de jugar, comer a la hora de comer, trabajar a la hora de trabajar y dormir a la hora de dormir. La señorita Z es la encargada de acompañar a los príncipes cuando van de paseo. En una ocasión volvió muy enfadada porque el príncipe E se subió a un árbol, se rompió los pantalones nuevos y casi se cayó cuando se rompió la rama donde había puesto el pie. La señorita Z dio un grito y se puso muy nerviosa, le regañó y luego se lo contó a sus papás, así que el príncipe tuvo que prometer que nunca más se portaría mal.
Otro día que también iban de paseo, el príncipe E y la princesa I se adelantaron y se escondieron en un campo de flores altas que les tapaba. Como la señorita Z no los veía, pensó que se habían perdido y se asustó muchísimo. Cuando por fin salieron vieron que habían pisoteado todas las flores. Pero también esta vez los perdonó.
Pero la travesura más grande la hicieron cuando los llevó al circo. Llegaron con sus palomitas, pipas y cacahuetes, muy formales y se sentaron, pero como la función tardaba en empezar no paraban de moverse, aprovecharon un descuido de la señorita Z y se escaparon y se fueron a una parte del circo que había una caja grande. La abrieron y sacaron lo que les pareció una cuerda, pero que era… ¡Una serpiente dormida! Sin embargo no se asustaron porque no sabían lo que era, empezaron a saltar con ella a la comba, y la serpiente seguía dormida, creyendo que la estaban acunando y no se despertó. La señorita Z, al verlos, se asustó, empezó a gritar y llorar y casi se desmaya. Los niños volvieron y se sentaron en sus sillas. Sus travesuras continuaron durante las actuaciones del circo: payasos, perros amaestrados…Tiraron de la cola a un perrito y casi les muerde, pincharon al león con un palo en su jaula.
Pero lo peor fue cuando vieron los elefantes. Como el príncipe tiene uno, saltó a la pista se agarró a la cola del primero y subió como si fuera un trapecista. Luego se deslizó por la trompa como si fuera un tobogán, y quiso subir otra vez, pero como el elefante no lo conocía, se enfadó, lo cogió con la trompa y lo tiró al tanque de los patos. La princesa se acercó a ayudar a su hermano, y, ¡zas! El elefante, todavía enfadado, la mandó al lado de su hermano, llenó la trompa de serrín y se lo echó por encima. Toda la gente se reía porque pensaban que era un número del circo, menos la princesa O y la señorita Z.
La señorita Z se enfadó, cogió a cada uno de la mano y volvieron a palacio, se puso delante de los reyes y nerviosita, tartamudeando les dijo: “señores, aquí tenéis a esta pareja revoltosa y desobediente, ya podéis mandarme lo que queráis, menos que vuelva a salir con el príncipe E y la princesa I”.
Desde entonces la señorita Z sólo acompaña al rey U, a la reina A, y a la princesa O. A los reyes les pareció bien, y les dijo que de momento no irían a ningún sitio hasta que encontrara a alguien que acompañara a esa pareja.
Como la señorita Z se negaba a salir con los príncipes, no había nadie que se quedara con ellos cuando salían los reyes. Al principio se quedaban con la cara triste. Pero pasaban los días y los reyes echaban de menos la alegría de sus hijos y la princesa O comenzaba a aburrirse sin sus hermanos. El Señor Estudioso que quería dibujar el cuerpo de las letras para escribir libros, no podía formar palabras como ccccena, ccccine… desde que la señorita Z se había enfadado. El rey se metió en su despacho y empezó a pensar una solución, igual hizo la reina y acabaron todos los habitantes del país pensando lo que se podía hacer. La enfermera C había nacido en una ciudad al otro lado del mar; vino al País de las Letras a estudiar para ser enfermera, pero le gustó tanto que se quedó a vivir y a trabajar en él.
Un día, al salir del hospital, la enfermera C se sorprendió al ver la cara de preocupación que tenían todos; la enfermera C se acercó a preguntarles. Cuando se enteró también ella se preocupó y empezó a pensar si no podría remediarlo. ”Tengo bastante trabajo, y salgo cansada, pero algunos días no voy al hospital, y otros tengo la tarde libre. Además me gustan mucho los niños y hablo varios
idiomas, así que estoy dispuesta a hacer el trabajo de la señorita “Z”. Y se fue a hablar con los reyes. Te lo agradecemos mucho, le dijo el rey, pero he de decirte que mis hijos disfrutan haciendo travesuras, aunque la verdad es que no son malos. Tendrás que tener cuidado para que no les pase nada ni molesten a nadie y no estropeen los jardines. El rey se fue muy contento a contárselo a su familia, y la princesa I y el príncipe E saltaron de alegría cuando se enteraron. La primera vez que fue la enfermera C a buscarlos se levaron un susto que casi se caen por la ventana.
Como iba vestida de enfermera, se pensaron que iba a ponerles una inyección, así que corrieron y se metieron debajo de la cama. La enfermera se lo explicó todo, que no le había dado tiempo de cambiarse porque se le hacía tarde para llevarlos al campo a buscar ccccerezas, que estaban rojas y apetitosas. Salieron de debajo de la cama y le dieron la mano a la enfermera C.
Ya en el campo, el príncipe y la princesa jugaron tranquilos. Al regresar a casa llevaban un gran cesto lleno de ccccccerezas para sus papás. A la enfermera le dieron las gracias y un gran abrazo. Ella les dijo que le había gustado mucho el paseo que habían dado y que otro día los llevaría a cccccenar y al cccccine con permiso de sus papás.
Tenemos que tener cuidado de no confundir a la señorita Z con la enfermera C, porque la señorita Z no sale nunca con la princesa I ni el príncipe E.
El último miembro de la familia real, llega al colegio Arcángel para que los niños de 4 años puedan ooooobservar su cuerpo, sus ooooojooooos, su booooocaa, sus oooorejas….
El hermano de la señorita B es más bajito que su hermana. Su forma de hablar es igual; por eso resulta muy fácil confundirlos.
Se pasa todo el día en el bar sirviendo vvvvvasos de naranjada y limonada, y de leche para los niños y las niñas.
Acaba con dolor de pies y eso que usa zapatos bajos para cansarse menos y coger la bandeja con más seguridad. Como no tiene ayuda se cansa mucho y además en verano ponen la terraza y los paseos son más largos.
Tanto y tanto trabajó que la doctora le mandó ir unos días de vacaciones a un sitio tranquilo, así que la señorita B se ofreció a realizar su trabajo.
Aunque presumida era muy buena hermana. Entonces empezó el lío, el Señor Estudioso que estaba dibujando el cuerpo del camarero para poder escribir vaso, vino, viernes, vacaciones…, se quedó muy sorprendido cuando vio a la señorita B y la oyó hablar: “ ¡Que raro!
¡Si habla como el camarero! ¡Si suena igualito!” Al pensar esto se le ocurrió que
sería divertido poner algunas palabras con el cuerpo de esta señorita y así lo hizo.
El Señor Estudioso era muy bromista y quería ver si la gente aprendía a escribir bien cada palabra o eran unos despistados.
Se lo contó al rey U, que le dijo: “Haced lo que queráis, pero si alguien se equivoca, le diremos que es un despistado”. Desde aquel día es complicado para
las niñas y los niños que no prestan suficiente atención. Sólo existe un truco para que estos dos hermanos no nos confundan: consiste en observar detenidamente las palabras cuando las encontramos en los libros, y si alguna vez queréis escribir palabras que suenen “ba, be, bi, bo, bu”, y no sabéis si poner a la presumida B o al camarero V, preguntádselo a alguna persona mayor, que os los dirá encantada.
Te voy a presentar al portero de palacio, encargado de cerrar y abrir todas las
puertas. Se parece mucho a su primo el lechero L, aunque el portero LL es más gordo. ¿Sabes lo que lleva colgado del brazo? Llllllllaves,llllllllaves….
Por la mañana va muy cargado con sus llaves a abrir las cincuenta puertas del
castillo. El señor LL es muy educado y siempre saluda a todo el mundo. El Sol, que es madrugador, también sonríe contento cuando ve que se levanta tan temprano como él y le envía el mejor de sus rayos a través de la ventana para saludarle.
Abrir todas las puertas le cuesta mucho esfuerzo y acaba cansado y sudoroso.
Lo peor es cuando llueve, porque se moja como un pez y a él no le gusta estar mojado.
Prefiere ver llover detrás de los cristales, calentito. Menos mal que su primo, el
lechero L, le prepara rápidamente un vaso de leche bien caliente para que se la beba mientras se cambia de ropa.
Por la tarde, cuando el Sol se esconde detrás de los tejados y de las montañas,
nuestro portero LL, vuelve a coger las llaves y a cerrar todas las puertas, para que
nadie moleste a la familia real mientras duerme.
Cuando se rompen, arregla las llaves de todas las puertas, y en los ratos libres
llama a su primo y fabrican paraguas.
Un día cuando fue con sus llaves preparado para abrir las puertas, oyó que
alguien le decía: Vete…, vete…, vete; Se volvió y, como no vio a nadie, siguió su
camino, pero otra vez volvió a oír lo mismo. El señor LL empezó a enfadarse, continuó andando y volvió a oír de nuevo muy cerca: “Vete, vete y vete, estás sordo o qué te pasa?
Sintió un golpe en un hombro y… vio a un loro, de todos los colores que, con las
alas levantadas, le quería dar otro golpe con el pico, porque creía que no le hacía caso.
Había entrado por una ventana muy alta, que no se cerraba nunca. Hablaba con
tan mala educación porque se había escapado del País de los Gigantes. Menos mal que nuestro portero LL y su primo L se dedicaron a educarlo bien, y al fin consiguieron que pidiera las cosas por favor, que diese las gracias y que saludase correctamente. Se convirtió en un animal de compañía y en la admiración de
todos los habitantes del país de las letras.
Un día el rey invitó a la princesa I a enseñar el jardín a los hijos de unos amigos suyos que habían venido de visita. Ella protestó porque no le apetecía jugar con
unos desconocidos. Además, esos días tenía mucha tos y mala cara. La doctora T lehabía recetado jarabe de limón para el catarro, pero todavía se sentía debilucha.
Amenazaba con ponerse a llorar para no tener que salir al jardín cuando el rey,
que era muy listo, le dijo: “si lloras, es porque todavía no estás buena, así que
tendremos que llevarte al hospital. Es mejor que salgas al jardín para tomar el sol y el aire”.
La princesa accedió y bajó al jardín. De pronto un perro saltó a su lado y ella se
apartó muy asustada, creyendo que quería morderla, el perro la perseguía mientras la princesa corría en dirección al castillo llamando a su papá. Al ver que el pero corría más deprisa que ella se echó a llorar y sólo respiró cuando consiguió llegar a palacio. Al oírla, acudió toda la familia y el jardinero, sofocado de tanto correr. También aparecieron los niños que estaban de visita, preocupados.
Los niños le pidieron perdón, porque el perro era suyo. Lo habían dejado en el
jardín porque era muy revoltoso y podía estropear algo del palacio: “Como estaba solo, se ha alegrado mucho al vernos y quería jugar con tu ratón. Por eso ladraba y corría”, le dijeron.
-¡No quiero volver a salir sola! –dijo la princesa I-. Me he llevado un buen susto
y no quiero que se repita.
El jardinero J que la quería mucho, la consoló: -No te preocupes, cuando tengas que ir sola a algún sitio, llámame y yo te acompañaré si lo necesitas.
-Bueno, pero, ¿cómo te avisaré que voy a salir al jardín sola?
-Muy fácil –dijo el señor J-, mándame a tu ratón amaestrado. Cuando lo vea,
sabré que me necesitas e iré a buscarte, y mientras estemos juntos le dejaremos nuestros puntos para que se entretenga jugando en el jardín.
-¡Que gran idea! Dijo la I
En efecto, de esa manera lo hicieron, y caminaban cogidos de la mano los dos juntos, pero sin sus dos puntos de adorno, más tarde descubrieron que podían hablar los dos juntos, y que parecían otro personaje distinto, pero el jardinero insistía en que hablara ella porque él se cansaba.
Cuando la princesa tenía que acompañar a las visitas, iba con ella el jardinero, y así los vemos entre otras palabras: papá y mamá; sol y luna… Cuando el señor Estudioso los vio, les dio un nombre muy raro: “ y griega”, porque creyó que era un personaje que había llegado de otro país.