LA PRESUMIDA B

Ahora vamos a conocer a dos hermanos, uno de ellos es la presumida B. Siempre
usa zapatos de tacón, porque le gusta parecer más alta de lo que es, más de una vez se le ha torcido el pie y lo ha tenido que llevar vendado. Además siempre lleva  bbbbolso,los tiene de todos los colores, de modo que tiene uno a juego con el vestido y los zapatos.
Cuando va a la pastelería del Señor P lo que más le gusta son las cosas que
empiezan como ella habla: bbbizcochos, bbbollos, bbbatidos…
Cuando va de compras quiere que todo sea bbbuenos, bbbonitos y baratos.
¡Aunque eso le gusta a todo el mundo!

Le gusta mucho el mar y suele marcharse a navegar en barco, pero ni siquiera
entonces deja su bolso y sus zapatos de tacón, más de una vez se le ha enganchado el tacón en el borde del barco y casi se rompe la nariz contra el suelo, por suerte, nunca le ha pasado nada grave.

Un día se fue a navegar en barco. Iba tan arreglada como siempre, llevaba un
rato navegando cuando de repente el mar empezó a enfadarse, y el viento a rizar el
agua hasta formar unas olas que llevaban y traían el barco de la señorita B como si
fuese un juguete. La señorita gritaba, ¡bbbbbbb! que quería decir: ¡Socorro! Pero nadie la oía.
La señorita remaba con fuerza, pero cuando conseguía acercarse a la orilla, una
ola mayor la arrastraba otra vez mar adentro. De pronto vio un barco grande que se
acercaba al País de las Letras y gritó pidiendo auxilio y socorro. Como no la oían, dejó los remos y se puso en pie, con el bolso les hacía señas, pero con aquellos tacones tan altos era muy difícil mantener el equilibrio, una y otra vez se caía y se volvía a levantar.

Cuando por fin la vieron y se acercaron para salvarla, a la señorita B se le enganchó uno de los tacones y al dar un tirón para sacarlo perdió el equilibrio y cayó al mar, el agua estaba helada.

Otra vez volvió a gritar, los del barco le echaron un salvavidas y ella se agarró con fuerza y poco a poco la fueron arrastrando hasta el barco. Una vez arriba y antes
de darles las gracias empezó a gritar: “Mi bolso, mi bolso” como si se tratara de un amigo. Consiguieron sacar el bolso con un gancho, ella lo secó con mucho cariño y lo guardó de recuerdo.
Su hermano le regañó y ella se dio cuenta de que casi se ahoga por presumida. Prometió que en adelante llevaría zapatillas de deporte para ir a navegar y se
fijaría en lo que dijese el hombre del tiempo.
A consecuencia del remojón pilló un resfriado y tuvo que quedarse en casa. Se asomaba al bbbbalcón y desde allí veía trabajar a su hermano.

EL PORTERO LL

 


Te voy a presentar al portero de palacio, encargado de cerrar y abrir todas las
puertas. Se parece mucho a su primo el lechero L, aunque el portero LL es más gordo. ¿Sabes lo que lleva colgado del brazo? Llllllllaves,llllllllaves….

Por la mañana va muy cargado con sus llaves a abrir las cincuenta puertas del
castillo. El señor LL es muy educado y siempre saluda a todo el mundo. El Sol, que es madrugador, también sonríe contento cuando ve que se levanta tan temprano como él y le envía el mejor de sus rayos a través de la ventana para saludarle.

Abrir todas las puertas le cuesta mucho esfuerzo y acaba cansado y sudoroso.
Lo peor es cuando llueve, porque se moja como un pez y a él no le gusta estar mojado.
Prefiere ver llover detrás de los cristales, calentito. Menos mal que su primo, el
lechero L, le prepara rápidamente un vaso de leche bien caliente para que se la beba mientras se cambia de ropa.

Por la tarde, cuando el Sol se esconde detrás de los tejados y de las montañas,
nuestro portero LL, vuelve a coger las llaves y a cerrar todas las puertas, para que
nadie moleste a la familia real mientras duerme.

Cuando se rompen, arregla las llaves de todas las puertas, y en los ratos libres
llama a su primo y fabrican paraguas.
Un día cuando fue con sus llaves preparado para abrir las puertas, oyó que
alguien le decía: Vete…, vete…, vete; Se volvió y, como no vio a nadie, siguió su
camino, pero otra vez volvió a oír lo mismo. El señor LL empezó a enfadarse, continuó andando y volvió a oír de nuevo muy cerca: “Vete, vete y vete, estás sordo o qué te pasa?
Sintió un golpe en un hombro y… vio a un loro, de todos los colores que, con las
alas levantadas, le quería dar otro golpe con el pico, porque creía que no le hacía caso.

Había entrado por una ventana muy alta, que no se cerraba nunca. Hablaba con
tan mala educación porque se había escapado del País de los Gigantes. Menos mal que nuestro portero LL y su primo L se dedicaron a educarlo bien, y al fin consiguieron que pidiera las cosas por favor, que diese las gracias y que saludase correctamente. Se convirtió en un animal de compañía y en la admiración de
todos los habitantes del país de las letras.