Un día llegó un circo al País de las Letras. El primer día fue gente a ver el circo, pero no demasiada, al día siguiente, fue menos gente, y al siguiente menos.
El director del circo pensó que sería su ruina, así que organizó un desfile para que todo el mundo supiera cuántas cosas divertidas tenían en el circo y fuesen a verlo.
Organizaron un desfile lleno de color y de música. Las trompetas iban delante, los tambores detrás, les seguían los platillos.
Como si no fuera bastante un empleado del circo, vestido de manera
extravagante, gritaba todo lo que podía, diciendo: “Vengan, señores, vengan a ver el maravilloso circo Rojo-Azul. Podrán contemplar leones, tigres, elefantes gigantescos, focas amaestradas, perros equilibristas, divertidos payasos, arriesgados trapecistas.
A todo este jaleo se unió el griterío de la gente que acudía a presenciar el desfile.
El rey U estaba en su despacho leyendo el periódico. Al oír la primera
trompeta, se llevó tal susto que se le cayeron el periódico y las gafas y, con el sobresalto se dio un golpe con la mesa. Cuando reaccionó, salió disparado preguntando qué sucedía.
Le explicaron que era un desfile del circo y se enfadó muchísimo por armar tanto jaleo mientras la gente trabajaba, porque trabajar con tanto jaleo es muy difícil.
¡Que se callen inmediatamente! –dijo. Pero nadie le oía con tanto jaleo. Tuvo que esperar que terminara el desfile para buscar una solución al problema. Pidió que todas las personas de su reino fuesen al palacio para ver quien podía hacer mejor el trabajo de guardián del silencio. Para eso necesitaba oírles hablar.
Después de escucharlos el rey dijo: “La señorita S será desde hoy la
responsable del silencio. En realidad, cuando habla, ya está mandando callar, sssssss…sssssss…ssssss. Además, se pondrá un dedo en la boca; así si alguien no la oye, la verá.
Toda la gente, y también los que venían con el circo, decía que el trabajo de la señorita S era muy importante. Desde aquel día había tanto silencio y tranquilidad que todos trabajaban mucho y bien.
Algún tiempo después, la señorita S se puso enferma con dolor de cabeza y tuvo que quedarse en cama. ¿Será posible que vuelvan el ruido y el jaleo? ¿Quién mandará callar ahora si no puede hacerlo ella? Otro día te lo contaré…