Como todos los lunes hemos recibido la visita del Señor Estudioso, y esta vez ha venido con la hermana de la S: la X, y traía con ella su xilófono.
Aquí os dejamos el cuento para que sepáis un poquito más de ella:
Llegamos al final de las historias del País de las Letras. Bueno, las historias no se acaban, pero los personajes sí. No os preocupéis, porque todavía nos quedan por conocer muchas otras cosas sobre ellos.
La pequeña X vivía en casa de su hermana, la señorita S.
Cuando todavía no se había marchado el circo, empezó la feria: toboganes, caballitos, autos de choque, el tren de la bruja, el laberinto, el gusano loco, animales, bicicletas y todas esas diversiones que a vosotros os gustan tanto. Además había churrerías, tómbolas, casetas de tiro, de rifas, de plantas, de pájaros, y qué sé yo cuántas cosas más.
Así que el ruido en el País de las Letras era terrible.
¿Creéis vosotros que la señorita S podía conseguir que hubiera silencio en algún momento?… ¡Qué va! Cuando callaban por un lado, empezaban los ruidos por el otro. Ella estaba cansadísima de decir: «Ssss, ssss, los reyes se van a enfadar». Pero todo seguía igual.
El rey U se hartó de tanto ruido y de escuchar todo el día los altavoces gritando: «Pasen, señores, pasen», y muy enfadado mandó llamar a la señorita S.
—¡Esto parece el país de los locos! —dijo el rey U muy enfadado—. No hay quien resista tanto alboroto. No podemos dormir ni siquiera con tapones en los oídos. Hay tanto ruido que parece que tenemos los altavoces en la habitación. Si no conseguimos silencio, mandaré marcharse a todos del país.
—Señor —dijo la S—, los niños se pondrán muy tristes si se va la feria. A ellos les encanta la música y las diversiones. Todos están felices. ¡No los echéis fuera!
—¿Qué podemos hacer?… Yo no lo resisto, ni los enfermos tampoco —dijo el rey U.
—Podrías buscarme una ayuda.
—¿Quién? —preguntó el rey U.
—Tengo una hermana pequeña que habla casi casi igual que yo. Además es muy mandona y le encantará pasarse el día en la feria exigiendo silencio.
—Dile a tu hermana que venga a verme. La señorita S fue a buscar a la pequeña X y se presentaron ante el rey. Así habló la pequeña X cuando el rey U se lo ordenó: «Xxxx, xxxx, xxxx, xxxx».
Sonaba un poco más raro que la S: «Ssss, ssss, ssss, ssss», pero…
—Bueno, está bien. Que te ayude.
Probaron una por cada lado de la feria. ¿Creéis que consiguieron hacer callar a los alborotadores?… ¡Ni hablar!… El ruido seguía sin parar.
De nuevo las llamó el rey U porque estaban todos cansados y enfadados. No sabían qué hacer. El señor Estudioso, que estaba preparado para dibujar el cuerpo de la pequeña X, dio la solución:
—Poned unos altavoces más grandes que los de la feria, uno a cada lado, y la señorita S y la señorita X sentadas tranquilamente con un micrófono. Así las escucharán mejor y parecerá que hay muchas personas vigilando. De este modo, tendremos silencio.
Y así lo hicieron. De pronto, en medio del ruido de la feria se pudo escuchar: «Ssss, ssss, xxxx, xxxx».
Y todo se quedó en silencio. Hasta la Familia Real se asomó por la ventana para ver si la feria seguía allí. Creían que se habían quedado sordos.
La pequeña X fue la encargada de explicar que no podían hacer tanto ruido a todas horas, porque había personas que necesitaban silencio para trabajar o para descansar. Se pusieron de acuerdo y todo iba bien. La señorita X se quedaba encargada cuando su hermana tenía que hacer otras cosas, y todo el mundo obedecía igual.
Si os fijáis cómo pronunciamos las palabras, sabréis si se escriben con «s» o con «x». Se nota mejor cuando la Familia Real habla primero.
Pues tengamos mucho cuidado para pronunciarlas bien