Hola hola!!!!
Hoy hemos terminado de conocer la historia de la bibliotecaria G y lo sonidos que nos quedaban por conocer.
Bibliotecaria G, sonidos Ge y Gi:
Os dije que os contaría lo que pasó un día en que el rey U se despistó. Bueno, no se despistó. Es que no se imaginaba que sus hijos fueran tan requetetraviesos.
Salieron camino de la biblioteca, igual que otros días, y él se colocó en medio, como siempre, para que se portasen bien. Aquel día no le habían llevado el periódico a casa, así que, al pasar por un quiosco, dejó a los príncipes con la señorita G.
No hizo más que desaparecer el rey U por la esquina cuando el príncipe E ya estaba subiéndose al primer árbol que encontró en su camino y, sujeto a una rama, intentaba llegar hasta un nido de pájaros, que huyeron a toda velocidad para esconderse entre las flores. El príncipe E bajó y empezó a perseguirlos. Quería un pájaro, costase lo que costase.
La bibliotecaria G se asustó desde el principio y, aunque le dolía mucho la garganta, gritó: «¡Geeee!, ¡geeee!».
Aún estaba gritando al príncipe E cuando vio a la princesa I con los pies metidos en el río y saltando como una loca. ¡Qué catarro iba a coger! Gritó de nuevo: «¡Giiii!, ¡giiii!».
Cuando los príncipes vieron que regresaba el rey U, volvieron muy formalitos como si no hubieran hecho nada de nada.
El rey U preguntó a los príncipes si habían sido buenos en su ausencia y, como siempre decían la verdad, confesaron que se habían portado mal y que la señorita G había tenido que gritar muy fuerte.
Cuando le preguntó a la señorita G si era verdad, ella ya no pudo hablar. Se le había puesto la garganta peor.
El rey U tuvo que regañar una vez más a sus hijos.
El señor Estudioso, que dibujaba el cuerpo de todas las letras y anotaba lo que hablaban, escribió: «Ge, je, gi, ji». Se dio cuenta de que, cuando la señorita G tenía que gritar al príncipe E y a la princesa I, hablaba igual que el jardinero J.
Así que dijo:
—¡Vaya lío! Unas palabras las escribiré de una forma y otras de otra.
Hasta que seáis muy mayores, siempre que tengáis que escribir palabras como gemelo, general, jefe, jinete, etc., tendréis que preguntar a vuestros profesores o a vuestros papás cómo se escriben, si con el jardinero J o con la bibliotecaria G.
Vamos a escribirlas todas y tened mucho cuidado para no equivocaros: «Ga, go, gu, gue, gui…».
«Ja, jo, ju, ge, je, gi, ji…».
¡CUIDADO! ¡MUCHO CUIDADO! ¡PREGUNTAD!
Bibliotecaria G, sonidos Güe y Güi.
Ya sabéis que siempre que va sola con los traviesos príncipes tiene que gritar fuerte, muy fuerte.
No creáis que los príncipes se portaban siempre bien con la señorita G. ¡Qué va! Un día le dieron un susto aún mayor que el primero.
Cuando estaban en el jardín esperando al rey U, que les iba a acompañar como siempre, el príncipe E, acompañado por la princesa I, fue a buscar al elefante. Estuvieron un rato jugando con él y no se les ocurrió otra cosa que ponerle en la trompa el erizo y la iguana. ¡Qué carrera emprendió el elefante! Y es que, aunque es muy grandote, tiene mucho miedo a los animales pequeños que se le pueden meter por la trompa.
Así que el elefante, con los príncipes, el erizo y la iguana, salió corriendo. Llegó cerca de la bibliotecaria G, que estaba de espaldas, la cogió con la trompa y la sentó junto a los dos pequeños animales. Al volverse, muerta de miedo, vio que también iban sentados el príncipe E y la princesa I. Gritó: «¡Ggggeeee, ggggiiiii! ¡Ggggiiii, ggggeeee! ¡Parad al elefante! ¡Nos vamos a matar!»
. En cuanto el elefante se agotó, se paró en seco y todos cayeron rodando uno detrás de otro: el príncipe E, la princesa I, la bibliotecaria G, la iguana y el erizo. A cada uno le salió un hermoso chichón, menos al gusano, que estaba tan tranquilo durmiendo debajo del gorro de la señorita G.
El rey U llegó justo en el momento en el que caían rodando. Se disculpó con la bibliotecaria G, cogió a los diablillos de sus hijos y les dio una buena regañina porque ya estaba cansado de tantas travesuras. ¡Si seguían así, un día les iba a pasar algo gordo!
—¡Nunca os dejaré solos con la bibliotecaria G! —dijo—. Otra vez está afónica.
Salieron todos de paseo e iban muy serios: la señorita G, el rey U, el príncipe E y la princesa I. Nadie decía nada; los mayores tenían unas caras muy serias.
Al príncipe E y a la princesa I ya se les había olvidado la travesura y no entendían el por qué de esas caras que casi daban miedo. Iban muy serios y estaban muy aburridos.
Los príncipes empezaron a coger piedrecitas del jardín y, despacito, sin que se dieran cuenta los mayores, empezaron a tirárselas el uno al otro.
Al principio eran pequeñas y lo hacían muy despacio. Las tiraban poco altas y solo caían encima de ellos. Como eran pequeñas, no les hacían ningún daño. Pero enseguida se fueron animando y se las tiraban cada vez más grandes, más deprisa y con más fuerza. Al final acabaron lanzándolas a lo alto para que cayesen a modo de lluvia.
De pronto tiraron muy alto unas piedras bastante gordas. Al hacer ruido, el rey U miró hacia arriba, a la señorita G y ambos miraron al príncipe E y a la princesa I. ¡Qué susto! Todos gritaron, incluido el rey U, que nunca hablaba cuando iba con ellos, porque veían que esas piedras iban a caerles encima: «¡Güe!, ¡güi!». Se oyó tan alto que los pájaros volaron asustados. «¡Güe!, ¡güi!», volvieron a gritar cuando cayeron otras dos piedras iguales sobre los hombros del rey U. La señorita G, afónica, solo pudo decir: «Gggg», (Sonido gutural suave.) aunque también intentó gritar.
El señor Estudioso se frotó las manos de emoción. ¡Ya tenía los sonidos que le faltaban! Ahora podía decir cigüeña, paragüitas, agüita, etc. Y así dibujó las letras que le faltaban con las piedrecitas encima del rey U.
¡Pero qué complicado lo está poniendo este señor!
—Nada complicado —dijo él—. Cuando veamos las piedrecitas encima del rey U, hablan todos. Si no hay piedras, el rey U no habla. Si no va el rey U, la señorita G grita por las travesuras del príncipe E y de la princesa I. Es fácil. Solo hace falta fijarse.
El mago Catapún, que se alegra cuando alguien se equivoca, disfruta mucho con estos personajes que hablan de varias formas, porque los niños pueden confundirse. Vosotros, que ya los conocéis, os tenéis que fijar mucho para saber cómo hablan.
«Ga, gue, gui, go, gu».
«Ja, je, ge, ji, gi, jo, ju».
«Gua, güe, güi, guo»