Hoy 23 de abril, Día del libro, no hemos podido tener mejor letra que la G, la bibliotecaria del País de las letras. Además ha venido con una sorpresita, con unos bonitos marcapáginas para cada uno de nosotros.
Hoy nos ha contado la primera parte del cuento, ya que esta letra habla de tres formas diferentes, aquí tenéis el cuento de la primera:
Ya estamos terminando de conocer a todos los personajes del País de las Letras. Nos quedan muy poquitos. Hoy os presentaré a un nuevo personaje y os contaré por qué habla de varias formas y qué le hacen los traviesos príncipes.
La bibliotecaria G tiene mucho trabajo y, además, habla de tres formas distintas; pero no se debe a que sabe varios idiomas como la enfermera C. No es por eso. Es porque los diablillos I y E, con sus travesuras, le obligan a gritar aunque le duela la garganta.
La bibliotecaria G es una gran aficionada a dar largos paseos por el campo. Cuando su trabajo en la biblioteca se lo permite, sale con su educado ggggato. Un día de invierno que lucía el sol, se colocó su bufanda, se enfundó su ggggorro, sujetó a su gato con un cordón y, con su libro debajo del brazo, salió de su casa en dirección al campo.
La señorita G paseó durante mucho rato y, finalmente, soltó al gato y se sentó en la hierba mientras leía su libro preferido. El gato empezó a jugar con todo lo que encontraba: hojas secas, palitos, caracoles…; a estos los empujaba como si fuesen pelotas. Finalmente, se puso a jugar con algo que le hacía dar vueltas y vueltas.
La señorita G se reía viéndolo, aunque no sabía qué era aquello que perseguía con tanto empeño. El sol fue escondiéndose y el gato, cansado, se sentó sin dejar de mirarse la punta de la cola. De pronto, esta se encendió como una bombilla. ¡Qué susto se dio la señorita G! ¡Creyó que se le había prendido fuego!
El gato no se quejó, pero siguió dando vueltas y más vueltas hasta que su dueña le quitó aquello que alumbraba como una bombilla y que era nada más y nada menos que un ggggusanito de luz o luciérnaga.
El ggggusanito de luz saltó de la mano de la señorita G a la cola del gato y de allí se marchó para colocarse entre los ojos. ¡Qué risa! ¡Parecía que tenía tres ojos! Luego se puso en la boca. Era como si llevara una linterna. Así, mirando los saltos de la luciérnaga, estaban tan divertidos que la señorita G no se dio cuenta de que seguía sentada y se estaba enfriando.
Cuando llegó a casa, le dolía muchísimo la garganta y casi no podía hablar. Al día siguiente, la doctora T le dijo que se había enfriado tanto que no podría volver a gritar como antes. No le importó mucho porque había conocido a un nuevo amigo: el gusano de luz o luciérnaga. Cuando iba a una fiesta, se lo ponía en el pelo y nadie sabía qué era aquel adorno tan precioso.
Otro día, persiguiendo al gato que iba con la luciérnaga en dirección al País de los Gigantes, gritó para avisarles, con tan mala suerte que despertó al mago Catapún, que les envió su aire helado. Otra vez le dolió mucho la garganta y de nuevo la doctora le dijo que estaba muy enferma y que no debería gritar nunca o se pondría todavía peor. Al hablar decía: «Gggg, gggg, gggg, gggg». (Sonido suave, gutural.)
Cuando los reyes la contrataron para que cuidase de los príncipes y les contara hermosas historias, pensó que no tendría problemas con la A, la U y la O, pero con la E y la I no podría estar sola. Con lo traviesos que eran el príncipe E y la princesa I, seguro que la harían gritar mucho y enfermaría de nuevo.
Como el rey U era muy comprensivo, le dijo: —Irás sola cuando acompañes a la reina, a la princesa O y a mí. Pero cuando tengas que estar con el príncipe E o con la princesa I, yo iré con vosotros. Me colocaré en medio leyendo el periódico y no diré nada; si van conmigo, no se atreverán a hacer travesuras y podrás hablar sin gritar.
Vamos a probar ahora mismo. La señorita G se puso al lado de la reina A: «Ga», decían cuando hablaban. Con la princesa O: «Go»; hablaban sin problemas. Con el rey U: «Gu», decían suavemente. Todos estaban contentos. Mandaron venir al príncipe E. Se colocó la señorita G, luego el rey U, callado, con su periódico en la mano y, por último, el príncipe E.
Como el rey no dijo nada, hablaron así: «Gue». Finalmente, llegó la princesa I e hicieron lo mismo. Primero la señorita G, luego el rey U y, la última, la I. Como el rey no dijo nada, hablaron así: «Gui». Cuando la bibliotecaria G acompaña a la Familia Real suena así: «Ga, gue, gui, go, gu».
Todos parecían felices, pero…, ¿sabéis qué ocurrió un día?… ¡Pobre señorita G! ¿Queréis que os lo cuente?… Mañana lo haré.