EL PELUQUERO P QUE LUEGO FUE PANADERO

Cuando la gente del País de las Letras quería arreglarse el pelo, afeitarse la barba o el bigote, ¿adónde creéis que iban? A la peluquería, claro. Pero el problema era que allí no había peluqueros, y esto preocupaba a los reyes.

Pidieron voluntarios y fueron varios los que se ofrecieron para realizar el trabajo, pero todos lo hacían tan mal que duraban muy poco tiempo.

El último que se presentó fue el señor P , porque creyó que lo iba a hacer muy bien, ya que, con su forma de hablar, se podía decir «peluquería».  Empezó su trabajo y todos salieron contentos: lavaba, peinaba, cortaba el pelo y cobraba poco dinero.

Todo fue bien hasta que un día el señor P, que estaba muy cansado porque había dormido poco, se despistó y todo le salió mal. Primero entró una señora a rizarse el pelo. Se lo cortó tan corto tan corto que casi parecía calva. ¡Qué disgusto el de la señora!… Lloró, se enfadó, gritó, pero aquello ya no tenía remedio. Y después entró un señor a cortarse el pelo, pero a él se lo rizó como a una señora y le preguntó si quería que le hiciese un moño. ¡Huy! Aquel señor salió corriendo de la peluquería y no volvió más.

Como no dejaba de tener despistes, los reyes sugirieron al señor P que dejase la peluquería y se buscase otro trabajo. El señor P pidió pppperdón y se fue a su casa.

Habló con su familia y le convencieron para poner una ppppanadería-ppppastelería. Era lo mejor para que todos le perdonasen y estuviesen contentos. La gente siempre entra contenta en las pastelerías a comprar pasteles, caramelos, chocolatinas y… ¡decidlo vosotros! ¿Qué otras cosas se pueden comprar en una pastelería? ¡Muy bien!

Así fue como el peluquero se convirtió en el panadero P. Empezó a elaborar unos pasteles riquísimos y muy baratos. Tan contentos quedaron los habitantes del País de las Letras que pronto se olvidaron de sus despistes.

Todas las mañanas, a la hora del desayuno, el panadero P se dirige al castillo a llevar a la Familia Real los bollos recién sacados del horno, o una tarta para el postre, o porras y picatostes para el chocolate de la merienda. ¡Ah!, pero, después de comer tan deliciosos dulces, siempre se lavan los dientes para evitar que se les estropeen.

En el castillo, habla un rato con cada miembro de la Familia Real para enterarse de lo que más les gusta. Son tan parlanchines que, cuando se juntan, hablan todos a la vez. El panadero P dice: «Pppp», que quiere decir «¡Buenos días!»; y el rey U contesta: «¡U, u, u,u!». Pero uno no espera a que salude el otro para contestar, sino que hablan los dos al mismo tiempo.

Es muy divertido escucharles a todos: «Pa, pe, pi, po, pu».

Cuando hablan varios juntos, dicen cosas que se entienden, como papá, Pepa, pío, pupa, pipa, y otras muchas. Si al panadero P le acompaña su mujer, todavía dicen muchas más… Otro día os la presentaré y hablaremos con ellos.

Tenéis que saber que, desde que los gigantes se enfadaron, nadie puede caminar hacia el País de los Gigantes, que está a la izquierda, porque ellos esperan mandarles un viento helado para que se pongan muy enfermos. El señor P y todas las letras caminan siempre hacia la derecha; sus pies nos lo dicen. No lo hagáis nunca hacia el otro lado porque, ¡pobrecitos!, ¡no sé que sería de ellos!