Os acordáis de la letra que fue hacia el País de los Gigantes y sufrió un accidente? ¿Recordáis qué le pasó?…
Eso es, nuestra amiga la letra H se quedó muda.
¿Qué más recordáis?… Que se aburría sin poder hablar con nadie desde que se había quedado sin voz. Y que un día se enfadó y se fue a ver a los reyes para pedirles que la dejasen hacer algo, igual que a las demás letras.
Los reyes pensaron que era justo lo que pedía y decidieron que podía acompañarles algunas veces. Además, para que se sintiera importante, le dijeron que casi siempre iría la primera. Ella se sintió feliz por comenzar palabras tan bonitas como hielo, helado, huevo, hijo, hermoso, hierba, hoja, hombre.
Pero, como nunca decía nada, no estaba contenta del todo, porque pensaba: «Si pudiera hablar, ¡qué feliz sería!».
Los reyes intentaron convencerla de lo importante que era, explicándole que, si alguien escribía sin ella algunas de las palabras que llevan hache, todo el mundo le llamaría despistado.
Pero la H muda no estaba muy convencida. Un día, sin que nadie lo esperase, se solucionó el problema por casualidad.
La H muda había estado en la calle pasando mucho calor y, por la tarde, cuando ya el sol se ocultaba y la luna empezaba su trabajo, bebió un vaso de naranjada muy fría para quitarse la sed, con tan mala suerte que cogió un buen catarro. Toda la noche estuvo tosiendo y, al día siguiente, hubo que llamar a la enfermera porque tenía mucha fiebre.
La enfermera C estuvo todo el día cuidándola sin poder ir de paseo con los príncipes. Le controlaba la fiebre y le recordaba cuándo debía tomarse el jarabe… Así hasta que mejoró. Y, como la H casi no había comido, se quedó muy pálida y con pocas fuerzas.
La doctora T le recetó tomar un poco el sol y el aire para ponerse fuerte. La enfermera C la acompañaba y la llevaba del brazo. Iban calladas las dos. ¿Cómo iban a hablar?
De pronto, justo cuando pasaban por delante del señor Estudioso, la H estornudó: «Chissss, chissss», cada vez con más fuerza.
El señor Estudioso se volvió y se quedó sorprendido. ¡Esa letra no la había visto ni oído nunca!… No se dio cuenta de que no era una letra, sino dos: la C y la H. Se puso muy contento y pidió: «Hágalo otra vez, por favor. Hable otra vez del mismo modo».
Nuestras amigas estaban asombradas: ¡Si ellas no habían dicho ni pío! Entonces, la letra muda estornudó otra vez: «Chissss, chissss». —Eso, eso —dijo el señor Estudioso—, ya tengo la letra que buscaba; quieta, que la dibujo… ¡Ya está! Gracias, señorita CH. Ya puedo escribir chico, chaqueta, chocolate y muchas más.
El señor Estudioso se fue corriendo y nuestras amigas se quedaron riendo al ver que no se había dado cuenta de que había dos letras juntas. Así fue como la H pudo hablar y colocarse en muchas palabras igual que las demás letras.
Y, desde entonces, es la más feliz de todas. ¡Ah!, cuando quiere hacer ruido, no espera a constiparse, porque ha aprendido a estornudar sin tener catarro.
Recordad que, si vemos a la mudita sola, no hablará; pero, si va acompañada de la enfermera C, hará el ruido del estornudo.
Todavía no ha terminado la historia de la enfermera C. Solucionó también otro problema muy difícil. Ya os lo contaré otro día…