Hoy ha venido a vernos el portero del País de las letras la Ll, cargadito con su puñado de llaves, ha ayudado hoy a las profes a abrir las puertas de las clases.
Os dejamos el cuento para que sepáis mas de él.
Os voy a presentar al portero de palacio. Fijaos bien para ver si sabéis a quién se parece este personaje. ¿A quién?… (Animar a los niños a que descubran el parecido con el lechero L.) El lechero L y el portero LL son… primos. Por eso se parecen tanto, aunque el portero es más gordo que el lechero.
El portero habla de una forma rarísima y hay mucha gente mayor que no sabe hablar así. Fijaos bien, ¿qué lleva colgado del brazo?… Llaves. Lo decimos alargando un poco la letra y sabremos cómo habla este señor: «Llllllllaves, llllllllaves, llllllllaves, llllllllaves». Mirad cómo pongo yo la boca; torcida, aplastando la lengua sobre el paladar para que me salga bien: «llllllllaveeee, lllllllleeee, lllllllleeee…», y no la confundiremos con otra que se dice suavemente: «yyyyeeee…». Así habla el señor LL cuando, por las mañanas, va cargado con sus llaves a abrir las cincuenta puertas del castillo: «Llllllll, llllllll, llllllll, llllllll». El señor LL es muy educado y siempre saluda a todo el mundo. El sol, que es muy madrugador, sonríe contento cuando ve que se levanta tan temprano como él y le envía el mejor de sus rayos a través de la ventana.
Cuando llega al castillo cargado con sus, llaves saluda a los reyes diciendo: «Llllllll, llllllll, llllllll, llllllll», que quiere decir: «Buenos días, señores, ¿han dormido bien?». Abrir todas las puertas le cuesta mucho esfuerzo y acaba cansado y sudoroso. Lo peor es cuando llllllllueve, porque se moja como un pez y a él no le gusta estar mojado. Menos mal que su primo, el lechero L, le prepara rápidamente un vaso de leche bien caliente para que se la beba mientras se cambia de ropa. En el palacio, al acompañar a la Familia Real, hablan así: «lla, lle, lli, llo, llu». Vamos a decir palabras: llama, llora, lluvia, rodilla, cabello, mejilla, tobillo, caballo, collar, cuello…
Por la tarde, cuando el sol se esconde detrás de las montañas, nuestro portero LL vuelve a cerrar todas las puertas para que nadie moleste a la Familia Real mientras duerme.
Un día, mientras hacía su trabajo, oyó que alguien le decía: «Vete, vete, vete»; se volvió y, como no vio a nadie, siguió su camino, pero otra vez volvió a oír lo mismo.El señor LL empezó a enfadarse: «¿Quién será el que me habla de esa manera tan poco educada?… Seguiré caminando…».
Sin hacer caso a las voces, continuó su camino y de nuevo oyó, muy cerca: «Vete, vete y vete, ¿estás sordo o qué te pasa?». Sintió un golpe en el hombro, se volvió y… ¿a que no sabéis a quién vio?… Un loro. Sí, un loro de todos los colores que, con las alas levantadas, le quería dar otro golpe con el pico, porque creía que no le hacía caso. ¿Por dónde había entrado?…
Pues resulta que había entrado por una ventana muy alta que no se cerraba nunca. Hablaba con tan mala educación porque se había escapado del País de los Gigantes. Menos mal que nuestro portero LL y su primo L se dedicaron a educarlo bien y, al fin, consiguieron que pidiera las cosas por favor, que diese las gracias y que saludase a todo el mundo correctamente. Se convirtió en su animal de compañía y en la admiración de todos los habitantes del País de las Letras.